sábado, 25 de septiembre de 2010

El tiempo corre, anda y vuela.

Cada día, el banco decide regalarte 86.400€; No te pide nada a cambio, y mucho menos quiere nada de ti. En este momento podrías sentirte afortunado, o quién sabe, quizás no.
Claro está, como todo juego, es imposible que éste carezca de normas, así que te condiciona la entrega con dos pequeñas y sencillas reglas. La primera, no traspasar el dinero a ningún otro sitio. Cada día se te irá dando la misma cantidad, con la condición de que gastes esos 86.400€ en ese mismo día. Si no lo gastas todo, no importa; Pero eso sí, el dinero, no se irá acumulando, sino que simplemente, irá desapareciendo. La segunda, es que podrán quitarte ese regalo diario cuando ellos quieran, sin que tú puedas elegir el final del crédito. Es decir, cualquier día podrás pasar de tener 86.400€ diarios, a no tener nada.
El juego es sencillo. No tiene trampas y ni mucho menos se pretende obtener algo a cambio. Sin embargo, ante la avaricia y el capricho, la mayoría de la gente diría que sí sin pensar ni siquiera en las consecuencias del final. Acabaríamos centrando nuestra vida en un eje totalmente material.
Y bien, volvamos a la realidad. Puede que el banco no nos dé 86.400€ diarios, pero la vida si que nos regala 86.400 segundos al día. Evidentemente, tampoco son acumulables, así que si no aprovechamos todos esos segundos, volarán para siempre y, simplemente, no volveremos a tener la oportunidad de utilizarlos. No sé exactamente si llamar esto regalo, o por el contrario pesadilla, pero es lo que nos dan y lo que hay, y éste es un juego que a la pesar de muchos, es imposible decir que no.

Sin más, aprovechad el tiempo, porque nunca sabréis cuando os lo van a arrebatar.


[Extraído de "Et si c’était vrai…" (Y si fuera verdad...) de Marc Lévy]

3 comentarios:

  1. Ehhh, sin ánimo de incordiar, creo que eso es una adaptación del comienzo del libro "Et si c’était vrai…", de Marc Levy.

    Si es así me parece que deberías aclararlo al final, entre paréntesis, al menos...

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  2. ...y que menos que el autor también, ¿no?

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